sábado, 4 de julio de 2015

FRANCISCO DE GURRUCHAGA, EL "PADRE DE LA MARINA ARGENTINA"

FRANCISCO DE GURRUCHAGA

EL "PADRE DE LA MARINA ARGENTINA"



Nació en Salta el 7 de diciembre de 1766 en el seno de una de las familias más ricas del virreinato, descendía del más rancio cuño hispano, ya que su padre fue el General Pedro Antonio de Gurruchaga y Álzaga y de Manuela Fernández Pedroso y Aguirre.

A la edad de ocho años fue llevado por su padre a España, junto a su hermano José, donde ingresaría en el Seminario de Nobles de Madrid para realizar sus estudios. Años después egresaría de la Universidad de Granada con el título de Bachiller en Derecho y Jurisprudencia.

Estuvo, junto a su hermano a cargo de la filial de Cádiz del comercio de su padre que era en ese entonces uno de los más prósperos y ricos del Virreinato del Río de la Plata. También estuvo a cargo del Gabinete de Correo del Rey, cargo de gran importancia que le abrían los salones de la Corte también le permitía recorrer la Península con toda clase de franquicias, siendo junto con el coronel Moldes su amigo inseparable, famosos en ella por su elegancia y gracia, así como por su comportamiento valeroso.

Hacia fines del siglo XVIII, Inglaterra disputaba su hegemonía global –para ese entonces, claro- con España y Gurruchaga estuvo presente en la homérica Batalla de Trafalgar (21 de Octubre de 1805), considerada la mayor batalla naval de la historia, donde la flota aliada franco-española fue destrozada por los navíos del Vicealmirante inglés, Horatio Nelson. Fue el final de la Armada española. 

Curiosamente, Gurruchaga libró aquella batalla con el grado de teniente de fragata en el navío “La Trinidad” al mando del Brigadier de Mar, Baltasar Hidalgo de Cisneros; el mismo que más tarde sería Virrey del Río de la Plata. 

Cuando, en 1807, Napoleón Bonaparte invadió España, Gurruchaga y otros patriotas entre los que se encontraban el futuro coronel José Moldes, su hermano José de Gurruchaga, Simón Bolívar, José de San Martín, José Matías Zapiola, Juan Martín de Pueyrredón y otros, temerosos de que los franceses se apoderaran también de las colonias americanas en virtud de la delegación del poder real que hiciera el rey Carlos IV a su hijo Fernando VII, y éste a José Bonaparte, hermano del emperador francés, formaron una agrupación secreta con la idea de independizar a sus patrias.

Cuando se descubrió la presencia de Miranda en España, tuvo que huir repentinamente. Gurruchaga y Moldes fueron señalados como autores materiales de la conspiración y fueron encarcelados junto a Pueyrredón. A base de dinero y argucias, sobornaron a los guardias y pudieron preparar la fuga haciéndose pasar Gurruchaga por "cochero" junto a Moldes y escondiendo a Pueyrredón dentro de una calesa. Gracias a esta hazaña pudieron embarcarse en la fragata Castillo que arribó a Buenos Aires el 7 de enero de 1809. Pueyrredón no logró pasar a Buenos Aires, ya que fue apresado en Montevideo.

Antes de regresar al Río de la Plata, integró  la sociedad secreta filomasónica “Junta de Diputados de los Pueblos y Provincias de la América Meridional”, junto con su hermano José y el coronel José Moldes.

 Es así que en 1809 arriban a Buenos Aires, partiendo de inmediato al norte con el propósito de expandir la doctrina independentista que durante esos años se había estado desarrollando.

 Fue el primer diputado por la Provincia de Salta a la Junta Grande, que se conformó a fines 1810.

En 1811, siendo vocal de Marina le es encargado armar la primera escuadra de guerra ante la grave situación de las finanzas públicas, escasas por la guerra y el bloqueo impulsado por el virrey en Montevideo Francisco Javier de Elío.

En ese momento el país estaba pasando una apremiante situación económica y el erario deprimido por los gastos de las campañas militares. Es así como Francisco de Gurruchaga, con su propia fortuna logra formar la primera escuadra naval, que sería dirigida por Juan Bautista Azopardo.

Contando con la valiosa ayuda de uno de los integrantes de la Primera Junta, el abogado Juan José Paso, el salteño gestionó la adquisición de tres buques: un bergantín, una goleta y una balandra, a los cuales se les colocaron cañones que se habían adquirido con anterioridad. Mientras se aprestaba el material flotante, Gurruchaga se dedicó a la difícil tarea de armar las tripulaciones, incorporando italianos, franceses e ingleses en su mayoría.

Con respecto a la plana mayor, después de numerosas consultas, la elección recayó en el maltés Juan Bautista Azopardo quien quedó a cargo de la nave capitana, la goleta Invencible, mientras que el marino francés Hipólito Bouchard recibía el mando del bergantín 25 de Mayo y Ángel Hubac, también oriundo de Francia, quedó al frente de la balandra Americana. Con extrema rapidez, se concretó la creación de una fuerza naval patriota.

El 10 de febrero, en representación de la Junta, Gurruchaga entregó a Azopardo el pliego cerrado con las instrucciones de la misión que llevaría a cabo, las cuales debían abrirse a la altura de la isla Martín García.

La escuadrilla salió de Buenos Aires el 11 de febrero de 1811 rumbo a Paraguay con la misión de capturar cualquier nave española que se encuentre.

El 2 de marzo de 1811 tuvo lugar el primer combate de la marina argentina. Al encontrarse con una escuadra española muy superior a la patriota. Tras desigual y heroica batalla, las fuerzas de Buenos Aires fueron aniquiladas siendo la última en entregarse la “Invencible” Los prisioneros fueron llevados a Montevideo.

Los buques fueron bautizados "con intención": Invencible, 25 de Mayo y América, como queriendo designar la consigna patriótica de que la causa americana sería invencible a partir del 25 de mayo de 1810.

Esta escuadra es arrasada por las fuerzas españolas, siendo Azopardo tomado prisionero, padeciendo nueve años de cautiverio en España.

Gurruchaga se presentó y dijo "Vengo a ofrecer otra escuadra" logrando siete barcos más. Los más importantes fueron el bergantín Hiena, la sumaca Santo Domingo y la goleta Nuestra Señora del Carmen, siendo sus capitanes Tomás Taylor, Hipólito Bouchard y Ángel Hubac, franceses los dos últimos.

Instruidos por esta desafortunada experiencia en agosto de 1811 se ponían las bases para reoganizar la armada patriota, pero esta vez en manos de un experimentado comandante: el Comodoro Irlandés Guillermo Brown.

Aquella primera “Armada” local se constituyó con unos buques mercantes adquiridos a particulares. Había más de valor que de experiencia naval en aquella flota. Los tres primeros buques que lograron armar fueron bautizados como: “25 de Mayo”, “Invencible y “América”. 

Las tripulaciones fueron conformadas con arreos de marinos de distintas nacionalidades y un par de cuerpos de Patricios. Gurruchaga fue nombrado Ministro de Marina y Azopardo, Teniente Coronel y Comandante de las fuerzas navales. 

Ya en Salta, Gurruchaga y su hermano José, también precursor de la independencia argentina, quien fuera el esposo de la Capitana Honoraria del Ejército, nombrada por el gral. Belgrano, Martina de Silva, fueron los principales donantes de todo tipo de telas, caballos, ganado, etc. para los gauchos de Güemes.

Distribuyó 5.000 pesos de su fortuna entre los vencedores de la Batalla de Tucumán, a fines de 1812. Financió con gran parte de su propia hacienda y administró los asuntos financieros del ejército de Manuel Belgrano. Fue en este aspecto, tan desprendido que no dudó en mantener durante 33 años de su bolsillo al correo de Salta, pagando a su costa los sueldos y demás erogaciones propias de esa entidad, sin que jamás se le devolviera un solo centavo.

Fue electo para formar parte de la Asamblea Constituyente de 1813, pero no se llegó a incorporar a la misma.

Entre 1817 y 1818, es enviado en misión secreta a Chile, y en ese mismo año el 21 de octubre de 1818 contrae matrimonio con Águeda Guerrero y de la Rosa, siendo sus padrinos Francisco Narciso de Laprida y María del Tránsito de Oro.

En 1831, siendo diputado de la H. Sala de Representantes de Salta, es comisionado junto al Coronel Alejandro Heredia para firmar la paz con el caudillo riojanoFacundo Quiroga, llevándose a cabo el 2 de diciembre de 1831.

Desde 1813 a 1846 momento de su muerte, estuvo a cargo del administración de correos de Salta llevando a cabo dicha gestión pública con elevado honor, llegando al extremo de mantener de su propio peculio todos los gastos, sueldos, etc., durante todo esos años.

Su muerte se produjo sumido en una extrema pobreza casi al borde de la mendicidad, pero no tendría hijos a quién dejar una herencia ? Gurruchaga decía "Les dejo la mejor herencia, la Patria libre"
Villegas dijo de él a Basavilbaso:
"La vida del patricio terminaba. Había alcanzado los 80 años. Acaso la visión hazañosa del pretérito distrajese sus atardeceres, cuando la sombra gloriosa de los héroes de la tierra amada viniesen a acompañarle: Güemes, Moldes, Arenales, Gorriti... ¡Cuán largo es el camino recorrido! Antes de que la muerte le rondara, ya su memoria fugó de su animoso espíritu. Y entró en el más allá en el último día de la primavera de 1847 (db. 1846)."

Descansa en las bóvedas centenarias de la Basílica y convento de San Francisco de la ciudad de Salta. Una proa de combate recuerda al creador de la primerafuerza naval argentina. Hoy día una calle del barrio de Palermo lleva su nombre.

Murió el 20 de septiembre de 1846. Fue sepultado, gracias a la caridad de sus amigos que pagaron su entierro, al pie de la Virgen del Rosario en la Iglesia de San Francisco.


Su cuerpo, como era costumbre de la época, fue enterrado en la hoy Basílica Menor de San Francisco, se dice al pie de la Virgen del Rosario, aunque cierta tradición oral señala no saber ubicar el lugar exacto donde descansa el “Padre de la Armada Argentina”.- 

HILARIÓN DE LA QUINTANA "EL EDECÁN DEL GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN"

HILARIÓN DE LA QUINTANA  

"EL EDECÁN DEL GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN"



Nació en 1774 en Maldonado murió en  Buenos Aires, Argentina en 1843.

Era hijo de José Ignacio de la Quintana, un militar de larga carrera, que había sido oficial en el tiempo de la Guerra Guaranítica de 1754. Más tarde había luchado con el virrey Pedro de Ceballos en la conquista de Santa Catarina, en las luchas contra los indígenas a órdenes del coronel Viana (padre) y en la reconquista de Colonia del Sacramento.

Era el jefe de los ejércitos de Buenos Aires cuando se produjo la primera invasión inglesa, y su actuación fue muy criticada. También era tío de María de los Remedios de Escalada, la esposa del general José de San Martín.

Se inició como cadete del regimiento de Dragones de Buenos Aires y prestó servicios en varios destinos militares, especialmente en Montevideo.

Estaba en Montevideo en 1806, cuando se produjo la primera invasión inglesa y fue puesto al mando de las tropas que el gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro, le entregó a Santiago de Liniers. Como tal, era el segundo de Liniers cuando la Reconquista.

Antes del ataque, le llevó al gobernador inglés, William Carr Beresford, la intimación de rendirse, que éste desechó.

Después de la victoria, negoció con él las condiciones de la rendición. En esa ocasión tuvo que apaciguar a los milicianos porteños, con riesgo de su vida.

Participó también de la defensa contra la Segunda Invasión Inglesa en 1807, pero pasó a retiro militar después de ese año.

Se reincorporó al ejército en 1810, después de la Revolución de Mayo, como parte de las fuerzas de la Banda Oriental. Participó de los sitios de Montevideo, en 1811 y 1812, y se destacó en la batalla de Cerrito.

Fue nombrado comandante general de Entre Ríos por el director Gervasio Antonio Posadas, pero a los pocos días de su llegada, en enero de 1814, su segundo, el coronel Holmberg, fue totalmente derrotado por el caudillo federal Eusebio Hereñú en el Combate de El Espinillo, cerca de Paraná. Fue tomado prisionero por Fernando Otorgués junto a Holmberg, pero a los pocos días fueron liberados y enviados a Buenos Aires.

Desde marzo de 1814, y por poco tiempo, fue teniente de gobernador de San Miguel de Tucumán, que aún dependía de laprovincia de Salta. En enero de 1815 fue nombrado gobernador de Salta, y apoyó todo lo que pudo la marcha del Ejército del Norte hacia el Alto Perú. Fue desplazado del poder por el coronel Martín Miguel de Güemes, que formó su propio gobierno. Marchó al Alto Perú y se unió al Ejército del Norte, hasta la derrota de éste a fines de ese año.

Formó parte del partido federal dirigido por Manuel Dorrego, y se opuso al gobierno de Juan Martín de Pueyrredón, al que consideraban despótico. Éste lo envió al Ejército de los Andes: era una forma cómoda de sacarse de encima a los militares opositores, que ya había ensayado con Soler, y fracasado con Dorrego.

Se unió al Ejército de los Andes el 24 de enero de 1817, cuando el ejército ya estaba en marcha, integrándose al estado mayor -el coronel Hilarión de la Quintana llegó de Buenos Aires con pliegos para San Martín, y éste lo invitó a sumarse a la expedición-.

Luchó en la batalla de Chacabuco, fue edecán del general José de San Martín — casado con una sobrina suya — y peleó en Cancha Rayada y Maipú.

En 1817 fue director supremo interino de Chile. Durante su breve mandato, proclamó la Independencia de Chile, hizo oficial su Bandera y acuñó la primera moneda nacional.

Regresó en 1819 a Buenos Aires y fue acusado de participar en un complot contra el gobierno. Fue dado de baja del ejército, de modo que el mismo Pueyrredón se lo sacó de encima dos veces.

Después de la batalla de Cepeda, el nuevo gobernador, Manuel de Sarratea, lo llamó para que se hiciera cargo de la comandancia de armas de la provincia, cargo en que duró poco.

Participó del lado de Soler y Dorrego en los hechos de la anarquía del año XX. Dirigió el asalto a San Nicolás de los Arroyos — donde se habían refugiado los aliados del caudillo Estanislao López, Alvear y Carrera — bajo las órdenes de Dorrego.

Tras la pequeña victoria de Pavón, quedó como jefe de San Nicolás, lo que le ahorró la derrota y la vergüenza en la batalla de Gamonal.

Participó en la revolución de octubre de ese año, junto al coronel Manuel Pagola, por la cual fue arrestado tras su derrota frente al general Martín Rodríguez y el coronel Juan Manuel de Rosas. Emigró a Montevideo y regresó al año siguiente, cuando la situación política se estabilizó bajo el gobierno de Rodríguez.

Fue pasado a retiro por la reforma militar del ministro Bernardino Rivadavia y permaneció alejado de la política por varios años.

Volvió a la actividad para ejercer cargos secundarios bajo la gobernación de Dorrego y a su caída se retiró definitivamente.

El general Juan Lavalle lo desterró y a su regreso sólo volvió a aparecer en público para un apoyo a Rosas en una manifestación.

Murió pobre en 1843, en un hospital público de Buenos Aires.

Una calle en el partido bonaerense de Vicente López lleva su nombre, al igual que otra calle en el barrio Malvín Norte en Montevideo, Uruguay.



viernes, 3 de julio de 2015

JOSÉ ALBERTO BACLER D'ALBE El Ingeniero militar de San Martín

JOSÉ ALBERTO BACLER D'ALBE 

El Ingeniero militar de San Martín



Alberto Bacler d'Albe nació el 22 de julio de 1789 en Sallanches, Alta Saboya, hijo de María Marta Alejandrina Godin y de Louis Albert Guislain Bacler d'Albe.

Bacler fue educado en la Escuela Militar de París de donde egresó como oficial de ingenieros. En 1793 se incorporó al ejército francés y tras convertirse en director del Servicio Topográfico de Napoleón Bonaparte (septiembre de 1804) y después Comandante del cuerpo de Ingenieros geógrafos, alcanzó una baronía en 1809 y el grado de mariscal de campo y la Legión de Honor en 1813.

Participó luego en numerosas acciones en Austria, Rusia, Alemania, España, Bélgica y Francia.

Después de la derrota definitiva de Bonaparte en la batalla de Waterloo, Bacler emigró a los Estados Unidos de América, arribando a Baltimore en agosto de 1816. Allí fue convencido por el chileno José Miguel Carrera de embarcarse al Río de la Plata en la fragata Clifton para sumarse a la lucha por la libertad de Chile.

En 1817 se incorporó al ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata con el grado de sargento mayor de ingenieros, participando en la campaña de Chile al mando de José de San Martín.

Tuvo descollante actuación en el sitio y asalto de Talcahuano, levantando un plano del área que "por la exactitud absoluta y por la ejecución artística revela en su autor un verdadero ingeniero militar" y el 6 de diciembre al mando de un cuerpo de zapadores integró la división que al mando de Gregorio de las Heras consiguió apoderarse del reducto del Morro. Durante la campaña fue el responsable directo de la mayor parte de los trabajos topográficos realizados en apoyo de las operaciones militares.

Asistió a la batalla de Maipú en 1818, siendo recomendado en su parte por el general San Martín al gobierno de Chile.

En ese combate se encontró con el comandante de la reserva el coronel Hilarión de la Quintana quien en momentos en que la victoria era incierta le manifestó "Vaya Ud y avise al general que voy a atacar con mi reserva sin su orden, pues si me dejo estar un solo momento sin moverme todo es perdido", tras lo que dio órdenes de intervenir a su división decidiendo así la jornada para las armas patriotas.

Fue quien levantó los planos de los campos de batalla de Cancha Rayada y de Maipú que incluiría Bartolomé Mitre en su Historia de San Martín.

Tras ser ascendido al grado de teniente coronel de ingenieros retroactivo al 15 de abril de 1818, en 1819 Bacler regresó a Buenos Aires y tras un breve paso por el Departamento de Artillería e Ingenieros se sumó a la Expedición Libertadora del Perú comandada por San Martín con el grado de teniente coronel, prestando importantes servicios desde el desembarco del ejército libertador.

Realizó entre otros trabajos levantamientos topográficos en Pisco y tras el traslado del ejército de operaciones al norte, en Huaura. Para facilitar las operaciones de embarque y desembarque durante la permanencia del Ejército Libertador en la región, construyó rápidamente un muelle en el puerto de Huacho y fortificó la posición defensiva ocupada por las tropas en el valle de esa localidad.

El general Miller describió así las obras: "Se organizó la posición en la orilla del río Huaura, que había hecho fortificar San Martín con obras de campaña. La derecha de esta línea se apoyaba en el mar, teniendo a Huacho al frente y a Sayán a la izquierda, siete u ocho leguas dentro del valle de Huaura".

Tras regresar a Chile en 1823 fue comisionado junto a su compatriota el geógrafo Carlos Ambrosio Lozier para levantar un mapa geográfico de esa nación, proyecto que se vio trunco al serle encargadas otras comisiones.

Según algunos autores falleció en Valparaíso el 24 de diciembre de 1823 víctima de la fiebre amarilla. Según otros, tras participar de la expedición a Chiloé en 1824 al mando de su compatriota Jorge Beauchef, Bacler regresó a Francia donde murió ese mismo año, al igual que su padre.

Estaba casado con Manuela López y Dorrego.

Bibliografía
• Vicente Osvaldo Cutolo, Nuevo diccionario biográfico argentino (1750-1930), Editorial Elche, 1968.
• Yaben, Jacinto R., Biografías argentinas y sudamericanas, 1938
• María Haydée Martín, Alberto S. J. de Paula, Ramón Gutiérrez, Los ingenieros militares y sus precursores en el desarrollo argentino, Fabricaciones Militares, 1976
• Claude-Alain Saby, 1815, Les naufragés de l'Empire aux Amériques, Servimédia, 2005, ISBN 2-9526488-0-8
• Diego Barros Arana, Historia general de Chile, Editorial Universitaria, 2000
• Diego Barros Arana, Las campañas de Chiloé 1820-1826, memoria histórica, 1856
Enlaces externos[editar]
• San Martín en Huaura Un valioso Plano Topográfico de la época.
• Louis Albert Guislain Bacler d'Albe.


MIGUEL CHEPOYÁ Trompeta de San Martin

MIGUEL CHEPOYÁ  

Trompeta de San Martin


Granadero Guaraní de la máxima confianza del Libertador

También fue llamado “El clarín de la gloria” y “el Corneta de la Gloria”

El pedido rezaba: "...que reclutaran jóvenes de talla y robustez que S.E. destina al Regimiento de Granaderos a Caballo, al mando del Teniente Coronel Don José de San Martín, oriundo de aquel territorio...".

Chepoyá, al igual que Cabral, hombre decisivo en la vida del Gran Capitán, entre otros 260 guaraníes se alistó en sus filas.
Algunos de los guaraníes de estos grupos lo acompañaron durante toda la campaña libertadora, incursionaron en la campaña al Norte, acompañaron al Libertador en el cruce de los Andes, lucharon en Chile y mantuvieron el último encuentro bélico con las tropas realistas en Ayacucho.

Eran un puñado de hombres adiestrados en un todo por el Gran Capitán y que hasta el último encuentro demostraron cuánto vale la disciplina férrea, el tesón y la valentía puestos al servicio de un noble ideal.

Miguel Chepoyá actuó también bajo las órdenes del Gral. Manuel Belgrano, Rondeau, Bolívar y Sucre. Era uno de los últimos invencibles del resto del Regimiento de Granaderos a Caballos de los Andes, que cargados de gloria llegan a Buenos Aires el 13 de febrero de 1826 bajo las órdenes de Félix Bogado después de 13 años de lucha para concretar la libertad de América.

En Buenos Aires recibieron el agasajo con desfile por las calles en el último adiós a las armas.

A su regreso a la Patria amada, contaba a la sazón con 30 años de edad, y estando muy próxima a desatarse la contienda bélica con el imperio del Brasil bajo la corona de Pedro, es muy difícil que no se haya tentado a combatir junto a sus hermanos que nuevamente habían sido convocados para esta nueva gesta patriótica.


Posteriormente se perdieron noticias sobre él.

MIGUEL BRAYER Soldado Napoleónico al que San Martin dio de baja con las siguientes palabras “hasta el último tambor del ejército tiene más honor que usted.”

MIGUEL BRAYER 

Soldado Napoleónico al que San Martin dio de baja con las siguientes palabras “hasta el último tambor del ejército tiene más honor que usted.”



Michel Silvestre Brayer, conocido en América del Sur como Miguel Brayer  (Douai, 1  Francia, 31 de diciembre de 1769 – París, 28 de noviembre de 1840), militar francés que participó en las Guerras Napoleónicas, llegando al grado de General de Brigada. Tras la Restauración Borbónica, huyó a Chile, donde tuvo una actuación desastrosa en la guerra de independencia de Chile. De regreso a Francia, recuperó todos sus grados y honores y continuó su carrera militar, participando en la organización de la invasión de España por los Cien Mil Hijos de San Luis que acabó con los logros del trienio liberal. El nombre de Michel Brayer está grabado en el Arco del Triunfo.

Ingresó como soldado al Regimiento Suizo de Reinhart a los 13 años. Incorporado después al regimiento de Puy-de-Dôme, hizo en 1792 la campaña de las Ardenas, del Mosela, del Danubio y del Rin. Más tarde fue ascendiendo hasta llegar a jefe de batallón en 1799. Cuatro años más tarde se destacó en la batalla de Hohenlinden y fue incorporado a la Legión de Honor en 1805. En 1809 fue ascendido al grado de general de brigada.

Participó en la campaña de Austria de 1803, y tuvo actuaciones destacadas en las batallas de Austerlitz, Friedland.
En algún momento, en esos años, fue diputado a la Asamblea Nacional.

Pasó posteriormente a los ejércitos napoleónicos en España. Allí combatió en la batalla de Burgos, llegando al grado de general en 1809, año en que tuvo una actuación destacada en la batalla de Ocaña y la campaña de la Sierra Morena. Reconocido como barón imperial, actuó también en la batalla de Gévora y en la de Albuera.
Regresó al frente oriental, combatiendo en las batallas de Dresde y Leipzig.

Tras la abdicación de Napoleón Bonaparte, pasó a retiro, aunque Luis XVIII lo nombró caballero de la Orden de San Luis. Era el comandante de la plaza militar de Lyon cuando el regreso de Napoleón a Francia, pasando nuevamente a órdenes del Emperador; éste lo nombró gobernador de la ciudad y palacio de Versalles el 5 de mayo de 1815, par de Francia el 2 de julio y conde del Imperio con una dotación de 4.000 francos.

Tras la derrota definitiva de Napoleón, el rey Luis XVIII lo incluyó en su ordenanza que condenaba a muerte a los oficiales que hubieran acompañado al Emperador, en septiembre de 1816. No obstante, ya había huido a Prusia, desde donde pasó a los Estados Unidos.

Allí conoció al general José Miguel Carrera, líder de una de las fracciones del independentismo de Chile. Juntos regresaron a Sudamérica, desembarcando en Buenos Aires en febrero de 1817 al frente de una flotilla destinada a la independencia chilena. Pero la flota fue requisada y Carrera pasó a Montevideo, mientras Brayer continuó su viaje por tierra hasta Chile, país que acababa de reconquistar su libertad gracias al Ejército de los Andes, comandado por José de San Martín.

Al llegar a Chile, su experiencia era muy superior a la de cualquier otro oficial del Ejército Chileno, por lo que San Martín lo nombró Jefe de Estado Mayor del mismo, segundo del general Bernardo O'Higgins. En tal carácter, participó en el Sitio de Talcahuano: esa ciudad – ubicada demasiado cerca de la ciudad de Concepción como para ser ignorada – estaba bien amurallada, y era fácilmente aprovisionada desde el mar por la flota española.

Cuando O'Higgins pidió opiniones sobre cómo tomar la ciudad sitiada, el general Juan Gregorio de Las Heras propuso una estrategia de desgaste gradual. En cambio, Brayer indicó que debía asaltarse la fortaleza avanzada de Talcahuano de frente y desde allí avanzar hacia la ciudad; cuando Las Heras objetó que eso significaba tener que asaltar inútilmente dos murallas, Brayer le recordó que él había asaltado una fortaleza prusiana en muletas y le aconsejó que no participara en el asalto. Como O'Higgins prefirió confiar en Brayer, Las Heras exigió ser quien comandara el asalto a las posiciones, para demostrar que no era por cobardía que había criticado la estrategia.

Pese al heroísmo del ataque de Las Heras – que estuvo a punto de morir en el intento – y sus hombres – que cayeron de a cientos – el ataque fue un total fracaso. Brayer trató de culpar del fracaso a Las Heras, lo que O'Higgins rechazó.

Retrocediendo hacia el norte con el resto del ejército, Brayer volvió a cometer un error grave cuando ordenó al coronel Ramón Freire abandonar Lontué en presencia del enemigo, que estuvo a punto de destruir su división.

Cuando ocurrió la sorpresa de Cancha Rayada, Brayer abandonó el ejército sin dar indicaciones precisas de cómo efectuar la retirada. Esta acción causó muchas bajas, entre ellas, la herida de O'Higgins. Al llegar a Santiago difundió entre la población que se había perdido la guerra y que había que huir a Argentina, mientras San Martín reunía nuevamente su ejército.

Al iniciarse la batalla de Maipú, Brayer solicitó autorización para irse a tomar unos baños termales. San Martín le contestó que eso bien podía esperar unas horas, hasta después de la batalla que ya había comenzado.

Como Brayer insistió, San Martín lo dio de baja frente a todo su estado mayor y le gritó
"hasta el último tambor del ejército tiene más honor que usted."

Mientras los realistas huían derrotados en Maipú, Brayer huyó a Buenos Aires; allí publicó unos panfletos contra San Martín y exigió el pago de sus sueldos y premios. San Martín, desde Mendoza, exigió y obtuvo su encarcelamiento. Aprovechando una especie de libertad condicional, huyó meses después a Montevideo. Allí volvió a encontrarse con Carrera, a quien ayudó en su campaña periodística contra O'Higgins, difamando nuevamente a San Martín en la prensa. Posteriormente intentó volver a Buenos Aires en 1820, pero no fue autorizado. Entonces regresó a Francia.

Regresó a Francia en 1820. Indultado de la antigua condena a muerte, recuperó todos sus cargos militares y honores. Participó en la organización de la invasión de los “Cien Mil Hijos de San Luis”, que reinstauró el absolutismo en España.
Posteriormente fue ascendido al grado de teniente general, puesto al mando de la Quinta División, con sede enEstrasburgo. Entre 1833 y 1835 fue Inspector General de Infantería. Pasó a retiro definitivo en 1836.
Falleció en París en 1840.
Su nombre figura en el Arco de Triunfo de París. También es mencionado en el testamento de Napoleón, que le legó una suma de cien mil francos.
Su hijo, Miguel Silvestre Felipe Brayer (1813-1870), conde del imperio, llegó al grado de general de brigada muriendo en combate el 16 de agosto de 1870 en la batalla de Mars-la-Tour (Rézonville), durante la Guerra Franco-Prusiana.
Bibliografía
• Cutolo, Vicente, Nuevo diccionario biográfico argentino, 7 volúmenes, Ed. Elche, Bs. As., 1968-1985.
• Camogli, Pablo, Batallas por la libertad, Ed. Aguilar, Bs. As., 2005. ISBN 987-04-0105-8
• Ruiz Moreno, Isidoro J., Campañas militares argentinas, Tomo I, Ed. Emecé, Bs. As., 2004. ISBN 950-04-2675-7
• Mitre, Bartolomé, Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana. Ed. Eudeba, Bs. As., 1968.
• Mullié, Charles, Biographie des célébrités militaires des armées de terre et de mer de 1789 à 1850, París, 1852.
• Robert, Adolphe, Bourloton, Edgar y Cougny, Gaston, Dictionnaire des parlementaires français (1789-1891), París, s/f.


miércoles, 24 de junio de 2015

MANUEL BELGRANO Proclama al frente del ejército, el 25 de Mayo de 1812, al ser bendecida por primera vez la bandera Argentina

MANUEL BELGRANO 

Proclama al frente del ejército, el 25 de Mayo de 1812, al ser bendecida por primera vez la bandera Argentina



MANUEL BELGRANO, General en Jefe, al ejército de su mando: “Soldados, hijos dignos de la patria, camaradas míos; dos años ha que por primera vez resonó en estas regiones el eco de la libertad, y él continuó propagándose hasta por las cavernas más recónditas de los Andes; pues que no es obra de los hombres, sino del Dios Omnipotente, que permitió a los americanos que se nos presentase la ocasión de entrar al goce de nuestros derechos: el 25 de Mayo será para siempre memorable en los anales de nuestra historia, y vosotros tendréis un motivo más de recordarlo, cuando, en él por primera vez, veis la Bandera Nacional en Mis manos, que ya os distingue de las demás naciones del globo, sin embargo de los esfuerzos que han hecho los enemigos de la sagrada causa que defendemos para echarnos cadenas aún más pesadas que las que cargabais.
Pero esta gloria debemos sostenerla de un modo digno, con la unión, la constancia y el exacto cumplimiento de nuestras obligaciones hacia Dios, hacia nuestros hermanos, hacia nosotros mismos; a fin de que la patria se goce de abrigar en su seno hijos tan beneméritos, y pueda presentarla a la posteridad como modelo que haya de tener a la vista para conservarla libre de enemigos y en el lleno de su felicidad. Mi corazón rebosa de alegría al observar en vuestros semblantes, que estáis adornados de tan generosos y nobles sentimientos, y que yo no soy más que un jefe a quien vosotros impulsáis con vuestros hechos, con vuestro ardor, con vuestro patriotismo. Si; os seguiré, imitando vuestras acciones y todo el sentimiento de que sólo son capaces los hombres libres para sacar a sus hermanos de la opresión. Es, pues, soldados de la patria: no olvidéis jamás que nuestra obra es de Dios; que El nos ha concedido esta Bandera, que nos manda que la sostengamos, y que no hay una sola cosa que no nos empeñe a mantenerla con el honor y decoro que le corresponde. Nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos, y nuestros conciudadanos, todos, todos, fijan en vosotros la vista y deciden que a vosotros es a quienes corresponderá todo su reconocimiento si continuáis en el camino de la gloria que os habéis abierto. Jurad conmigo ejecutarlo así, y en prueba de ello repetid: ¡Viva la Patria!”

Jujuy, 25 de Mayo de 1812.- MANUEL BELGRANO.

Fuente: Neptalí Carranza, Oratoria Argentina, T° I, pág. 82 y sgte., Sesé y Larrañaga, Editores 

JUAN DOMINGO PERON DISCURSO DE LA CAMPAÑA ELECTORAL DE 1946

JUAN DOMINGO PERON DISCURSO DE LA CAMPAÑA ELECTORAL DE 1946


CIUDAD DE ROSARIO, 10 DE FEBRERO DE 1946
Amigos rosarinos:
Les pido que tengan la amabilidad de guardar un poco de silencio porque hace dos meses que vengo viajando y hablando todos los días y mi garganta no me permite hacer un derroche en cuanto a potencia. Permítame desarrollar el discurso sin interrupción. En primer término, quiero saludar a los trabajadores de Rosario que me han conferido el título más honroso de "Primer Trabajador Argentino". Me honra extraordinariamente este título porque siempre he pensado que los hombres en la vida sólo pueden ostentar una virtud y el trabajo es en todos los tiempos una de las mayores virtudes del hombre.
Nuestro movimiento es un movimiento del trabajo que toma todas las actividades nacionales del trabajo y que ennoblece a todos los hombres.
(En ese momento se produce un arremolinamiento de personas alrededor de la tribuna por la presencia de una persona extraña y que pronto es reducida.)
Señores: Por favor, ya conocemos la técnica de mandar gente a meter bochinche. Vuelvo a repetir que ni esta clase de sabotaje puede impresionarnos a nosotros y les ruego, señores, que sigamos por el bien de todos en orden.
Nuestro movimiento es un movimiento de trabajo, por eso es un movimiento humilde y noble. Ha nacido bajo el esplendor de una creación que representa el trabajo argentino en su organización y defensa, que es la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ha comenzado con hombres humildes que hicieron la bandera de su defensa en apoyo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, que puso en ejecución las leyes que en este país, cuando se trataba de defender el trabajo, no se habían cumplido jamás.
Nuestra doctrina puede explicarse en pocas palabras, en sus aspectos económico social y político. En el aspecto económico, tratamos de volver al hombre a la tierra para resolver el problema demográfico y evitar el éxodo de los campos. Así he dicho, y más de una vez, que el setenta por ciento estaba antes en el campo y ahora el setenta por ciento está en las ciudades. Ello se debe a que la tierra, como también lo he dicho, ha sido aquí bien de renta en vez de ser más bien de trabajo, como debe ser en todos los pueblos.
Por eso sostenemos que la única manera de aumentar la riqueza agrícola, ganadera y extractiva está en volver al hombre a la tierra y darle en propiedad la tierra que trabaja, para que ella no sea un bien de renta. Con ello hemos de evitar que en el futuro sigamos artificialmente limitando la riqueza argentina. El mundo está sediento, desea tomar buen vino, y en Mendoza arrancan cuarenta mil hectáreas de vides. En vez de propugnar la riqueza estamos limitándola artificialmente. Esa riqueza multiplicada por la industria permitirá un ciclo de organización completo en su economía. Una mayor industrialización permite comerciar y aumentar los precios y ello permite una mejor distribución para el hombre; con ello aumentar los precios y ello permite una mejor distribución para el hombre; con ello aumenta su poder adquisitivo el trabajador y tiene mayor capacidad de consumo. Seremos así una nación superalimentada, supervestida y superhabitada. Estados Unidos de Norteamérica, por su extraordinaria economía, consume el ochenta y cinco por ciento de su producción y solamente exporta un veinte o un veinticinco por ciento.
Nuestra doctrina social es más simple. Ya lo explico con un ejemplo que me dieron en Paraná cinco chicos. Nuestra doctrina abarca ese gran principio humanitario. Estaban en el puerto y uno no tenía botines. Nosotros desde a bordo les tiramos cinco pesos, que cayeron en manos de uno que estaba bien vestido. Los cuatro chicos que presenciaban la escena, dijeron: "No, eso no es para vos; es para ése que está en patas". Y el chico entregó los cinco pesos al chico descalzo. Ésta es nuestra doctrina; queremos que alguno de esos grandes señores sepan entregar a los que no tienen botines. Queremos que algún día se conduelan de sus semejantes los que todos lo tienen, para que no haya descalzos y para que nuestra niñez aprenda a sonreír desde que nace.
Nuestra doctrina social involucra a esos, cuando está demostrando que en nuestro país, gran productor de trigo, es inaceptable que en el interior no hayan quienes coman pan ni carne y se ofrezca el doloroso panorama de que al sortear a nuestros ciudadanos para el servicio militar, el cuarenta o el cincuenta por ciento de ellos se encuentran inútiles por la debilidad de su constitución. Cuando se cuida una nación lo primero que hay que cuidar es su capital humano, por que no es reemplazable. Pero aquí más se cuida de una máquina o de un motor que de quien la maneja o conduce. Nuestra doctrina social, en su primera parte, busca estas conquistas. En la segunda parte, otros aspectos para una mayor dignificación del trabajo. En primer término, no aceptamos que por ser trabajadores les esté cerrado el Gobierno la legislación en su país.
No aceptamos que nuestra democracia sea instrumento del cual se sirven los eternos demagogos para despachar la nación en su provecho. No aceptanación en su provecho. No aceptael derecho como ciudadano. Por eso pensamos que nuestra conquista social, además de dignificar el trabajo, dispone la elevación de la cultura y la humanización total. Queremos que el pueblo vaya al Gobierno y a la legislación para compartir las responsabilidades y crear sus propias leyes que han de regirlo en el trabajo.
Ésta, y no otra, es la razón de ser de nuestro movimiento. Queremos también que la doctrina política llegue a influenciar benéficamente en el país, organizándolo por métodos ideales de gobierno, por la vía constitucional y legal; para la organización de la masas ciudadanas, prestando por primera vez un movimiento político perfecto y orgánico. Buscamos que defiendan la organización política e institucional de la Nación.
Por eso, señores, nuestra doctrina integral tiene puntos tan fundamentales que no han podido ser atacados. Ellos viajan en una caravana que asemeja a los esforzados barqueros del Volga tirando el carro de sus pecados y de sus culpas, y cuando se refieren a nosotros nos calumnian y terminan deseando que nos muramos. Nosotros, en cambio, hablamos de nuestras aspiraciones y de nuestros sueños, que han de terminar con muchos pobres en esta tierra.
Nosotros no criticamos, no somos destructores, somos constructores y deseamos hacer el bien. Por eso no cometemos el error de los anacronismos que ellos cometen. Decían días pasados en una tribuna que el coronel Perón no había dado ninguna conquista social. Que el coronel Perón no le ha dado al pueblo ninguna mejora, y ellos en su programa dicen que respetarán todas las conquistas sociales que nosotros hemos conseguido. Pero ellos, que se comprometen a mantener nuestras conquistas, financian sus viajes y sus propagandas con dineros de la UIA. Yo quisiera saber, si hemos desarrollado conquistas, y si ellos van a mantener esas conquistas, cómo se las van a arreglar con la Unión Industrial, que nunca las ha querido.
Señores: podríamos seguir hablando largamente de esas contradicciones, pero me interesa conversar con ustedes de otras más, de importancia extraordinaria frente a los acontecimientos futuros.
El movimiento nuestro, para servir de mejor manera a la causa, ha de cumplir los consejos que detallaré. Primero, todo aquel que se sienta peronista, que se siente ligado a nuestra causa por verdaderos lazos, que son los de la fraternidad, debe pensar que la base de nuestro éxito se afirma en una absoluta unidad de nuestro movimiento. Sabemos que en el movimiento peronista se han infiltrado algunas fuerzas extrañas que tratan de producir disociación entre sus filas. Cuando ello suceda, no hay que ser sensible en esta tarea de disociación; es menester que los hombres de este movimiento sepan discernir por sí y por su propia voluntad y no por influencia ajena. El movimiento nuestro ha de precaverse de cuerpos extraños. Para ello, recomiendo que estudie cada peronista el manifiesto que he de lanzar por radio en cadena. Allí está perfectamente determinado cuál debe ser el procedimiento de cada uno de nuestros hombres. También he de terminar diciendo, como exigencia a todos los hombres de nuestro movimiento, que cada uno cumpla con su deber. Nosotros nos comprometemos a cumplir con lo nuestro, que es el de mantener inquebrantable todas nuestras conquistas.
Propugnamos para el futuro nuevas conquistas que lleven a la Argentina a ser un país modelo por la justicia social.
Señores: deseo terminar estas palabras con una despedida afectuosa para este pueblo de trabajadores que habita en Rosario, formando el emporio más extraordinario del país, pueblo conocido en todo el mundo como el puerto granero más grande del mundo, cuyo trigo rosafé es el modelo para la clasificación de todos los del mundo, obtenido con el trabajo y la dedicación de este pueblo.
Amigos rosarinos: bien saben los trabajadores de esta tierra con cuánto cariño los recuerdo. Luchen, porque están luchando por su porvenir. Recuerden que un hombre que defecciones es una fuerza que se resta. Que vuestros hijos y vuestros nietos no puedan reprocharnos ni echarles en cara porque han aflojado en un momento decisivo de nuestra vida. Con esta invocación que os hace un hombre que no piensa sino en el bien colectivo y que quiere que lo recordéis en el futuro, me despido con un fuerte abrazo de verdad, que es un abrazo de un camarada y de un hermano de causa.