jueves, 26 de mayo de 2011

Definiciones en torno a la Revolución de Mayo / Norberto Galasso



Tan intensa ha sido la tergiversación de nuestra historia implantada por el mitrismo y tantas las limitaciones del revisionismo rosista tradicional que, hoy, doscientos años después, los argentinos discutimos todavía la naturaleza de la Revolución de Mayo.

Las reflexiones que siguen tienen por objeto concurrir a las polémicas todavía en curso, según la perspectiva de la corriente historiográfica latinoamericana, federal provinciana o socialista nacional. No pretenden sostener una verdad absoluta y definitiva, sino participar en un debate que es muy importante, pues si no conocemos de dónde venimos resulta imposible alumbrar con certeza la meta hacia dónde vamos.

En principio, ¿fue una revolución? Algunos entienden que existe sólo revolución cuando se modifican las relaciones sociales de producción y desde esa óptica, no lo sería. Pero en países con larga historia de dependencia es también revolución aquella que consiste en la liberación nacional respecto a la opresión externa (de otro modo, no serían revolucionarios ni Sandino, ni Martí, por ejemplo, por no ser socialistas). Y asimismo, también lo es cuando un sector social oprimido desplaza del poder a otro -que lo oprime- promoviendo un progreso histórico, nacional y social.

Partiendo de esta última mirada, el 25 de Mayo se produjo una revolución. Esa revolución no fue socialista, ni nacional independentista, sino democrática. Se trata pues de una revolución democrática que desaloja del poder a una minoría absolutista y reaccionaria (el virrey, su burocracia y los comerciantes monopolistas) privilegiada por la monarquía, reemplazándola por una Junta Popular cuyos integrantes nacen de la voluntad expresada en la Plaza histórica, donde activan French (un cartero), Beruti (un empleado), Donado (un gráfico) y otros como ellos. Empezamos, pues, nuestra historia teniendo al pueblo como protagonista principal.

¿Fue antiespañola? No. No podía serlo pues había españoles en la Primera Junta (Matheu, Larrea), así como los hubo en el Triunvirato (Álvarez Jonte), en el ejército (Arenales, en el Alto Perú), en la música del himno (Blas Parera), en la jura por Fernando VII y además, por esta circunstancia nada desdeñable: la bandera española flameó en el Fuerte de Buenos Aires hasta 1814 y la independencia -de las Provincias Unidas en Sudamérica- se declaró seis años más tarde, el 9 de julio de 1816.

¿Fue probritánica? No. El comercio libre con los ingleses lo estableció el virrey Cisneros en 1809 y no fue el objetivo de la revolución. (Diego Luis Molinari lo probó en su libro La ninguna influencia de la Representación de los Hacendados en la Revolución de Mayo). Es verdad que los comerciantes ingleses residentes en Buenos Aires, desde hacía un año, coincidieron con el movimiento popular, pero no lo financiaron ni lo dirigieron. Sólo más tarde, a través de Manuel J. García y Bernardino Rivadavia alcanzaron espacios en el poder, en el primer Triunvirato y especialmente en el período rivadaviano de los años veinte. Por otra parte, ni la Junta ni la jura por Fernando VII fueron invento de los hombres de Buenos Aires sino que participaron de un general movimiento hispanoamericano.

¿Fue entonces parte de una revolución que al mismo tiempo se producía en el resto de la América Morena? Efectivamente. Entre mediados de 1809 y principios de 1811, se produjeron levantamientos en todas las grandes ciudades, formándose Juntas populares, que en nombre de Fernando VII -al igual que en España- quitaron el poder a los absolutistas: en julio de 1809 en Alto Perú, en abril de 1810 en Caracas, en mayo en Buenos Aires, en julio en Bogotá, en agosto en Quito, en septiembre en Chile y México y en febrero de 1811 en la Banda Oriental. Esto se produjo no porque conspirasen entre sí sino porque lo que hoy llamamos América Latina es una nación (territorio continuo, el mismo idioma, el mismo origen, semejantes costumbres y cultura). Por esta razón, Moreno envía un ejército al Alto Perú, otro al Paraguay y aconseja sumar a Artigas en la Banda Oriental, con claro sentido hispanoamericano. La frustración de esa revolución disgregó a esa nación en veinte países dependientes, frustrando el proyecto inicial por el cual lucharon duramente Bolívar y San Martín, jefes de ejércitos populares hispanoamericanos. En el norte de América lograron constituirse los Estados Unidos de América del Norte, mientras entre nosotros se generaron los Estados desunidos de América Latina.

¿Quiénes impulsaron esa lucha antiabsolutista? ¿Acaso la llamada `gente decente`, `los vecinos propietarios` de la ciudad, como sostienen algunos historiadores? No. Las actas del Cabildo Abierto del 22 de mayo demuestran que la gente acaudalada votó a favor de que continuase el virrey, tanto los Martínez de Hoz, como los Quintana y como apoyaron esa política todos los señorones dueños de esclavos, así como la jerarquía eclesiástica (obispo Lué). Fueron "los chisperos", "los manolos", los activistas de la plaza (a los ya mencionados, cabe agregar a Francisco Planes, los curas Grela y Aparicio, oficiales como Terrada y a empujones, Cornelio Saavedra) junto a un grupo de profesionales (Moreno, Belgrano, Castelli, etc.), quienes protagonizaron el suceso revolucionario.

¿Solamente perseguían desplazar a los absolutistas o tenían un proyecto de liberación y progreso económico social? Tenían efectivamente un proyecto y se expresó en el Plan de Operaciones: expropiar a los mineros del Alto Perú, crear fábricas estatales de fusiles, armas blancas y pólvora, liberar a los esclavos y concluir con el tributo que se le imponía a los indios, abolición de instrumentos de tortura y de títulos de nobleza, libertad de pensamiento y de imprenta, en fin, aquello que los morenistas sancionaron en la Asamblea del año XIII cuando temporariamente lograron recuperar el poder del cual había sido expulsado Moreno el 18 de diciembre de 1810 para después morir, presumiblemente envenado, el 4 de marzo de 1811.

¿Cuáles son los antecedentes de Mayo? Los principios revolucionarios de la Francia de 1789, es decir, "Libertad, Igualdad, Fraternidad", los Derechos del Hombre y del Ciudadano ("El evangelio de los derechos del Hombre", según decía San Martín), así como la revolución española iniciada el 2 de mayo de 1808, tributarias de las ideas de Rousseau, Voltaire, en general los enciclopedistas franceses y los liberales revolucionarios españoles.

¿Por qué fracasó la Revolución de Mayo? La revolución la impulsó un frente democrático contra el absolutismo reinante, pero en ese frente los morenistas fueron derrotados (1812/1810 y 5/4/1811), consolidándose una burguesía comercial anglocriolla, basada en el puerto único y el control de la Aduana, que se apoderó del poder y traicionó el objetivo inicial. Proceso semejante se produciría en el resto de América Latina donde prevaleció la política de las burguesías comerciales aliadas al capital inglés, creciendo sólo las zonas vinculadas a los puertos, unos hacia el Atlántico, otros hacia el Pacífico, sumiendo a los países interiores en la miseria, el aislamiento y la expoliación, a pesar de los caudillos federales que intentaron resistir ese sometimiento.

Si esta interpretación es válida, UNASUR no es un invento oportunista sino retomar el camino de la Revolución. Asimismo, el protagonismo popular no es un invento demagógico para halagar a indios, negros, mestizos y criollos sino la continuidad de aquella revolución que ganó las elecciones (156 a 68) en el Cabildo Abierto del 22 de mayo, pero que, además, supo asegurar ese triunfo con la movilización popular en la plaza histórica y la presencia de sus líderes, trabucos y puñales en mano, en aquel mediodía del 25, en el primer piso del Cabildo, iniciando una lucha hacia la liberación que, con idas y venidas, todavía continúa.

http://www.telam.com.ar/vernota.php?.

(*) Centro Cultural E. S. Discépolo

Gracias a los satélites, logran identificar 17 nuevas pirámides



Nada más alejado de esa idea que rodea a la arqueología tradicional. En este caso, no hubo hombres vestidos de explorador, ni espátulas, ni pinceles, ni peligros de cine. Hubo satélites, especialistas, financiamiento de la NASA y computadoras sofisticadas. Así, mediante imágenes tomadas desde el espacio con rayos inflarrojos, fueron identificadas en Egipto 17 pirámides de diferente tamaño, más de 1.000 tumbas y 3.000 asentamientos antiguos subterráneos.

Quizás la segunda etapa, el tiempo de la excavación propiamente dicha, sí se parezca a las aventuras de Indiana Jones. Pero por ahora, para los investigadores estadounidenses continúa el tiempo de las sorpresas. “Excavar una pirámide es el sueño de todo arqueólogo”, dijo Sarah Parcak, líder del estudio. “Pero para eso habrá que esperar un poco”, remató. “Estuvimos realizando esta investigación de manera intensa durante mucho tiempo, por eso, ahora que tenemos la confirmación, no hay que apresurarse. Me sorprendí cuando fui capaz de ver desde afuera todo lo que habíamos encontrado. No podía creerlo”, aseguró.

Durante un año, el equipo analizó las imágenes de los satélites en órbita que se encuentran a 700 kilómetros por encima del planeta, equipados con cámaras muy poderosas, capaces de identificar objetos de menos de un metro de diámetro sobre la superficie de la tierra.

Los antiguos egipcios construyeron sus casas y estructuras utilizando ladrillos de barro, un material mucho más denso que el suelo arenoso que lo rodea, por lo que fue posible identificar las formas de las casas, templos y tumbas aunque se encuentren debajo de la superficie. Pero Parcak cree que Egipto puede seguir deparando sorpresas. “Estos son sólo lugares cercanos a la superficie. Hay otros miles de sitios que el Nilo ha cubierto con sedimentos. Este es sólo el comienzo de este tipo de trabajos”, aseguró.

El hallazgo se produjo en una zona desértica, ubicada al norte de El Cairo, llamada San El Hagar. Hasta ahora, lo único que se excavó en el lugar –para confirmar las tomas satelitales– fue una casa construida hace 3.000 años. Y las imágenes de satélite coincidieron a la perfección con lo descubierto. Desde entonces, ese sitio, que en un primer momento no parecía interesar a las autoridades locales, se convirtió en uno de los más custodiados de Egipto. Otra de las imágenes captadas, por ejemplo, muestra calles y casas enterradas en la antigua ciudad de Tanis.

El gobierno egipcio pretende ahora utilizar la misma tecnología para proteger futuros hallazgos. “A través de las imágenes se puede saber si una tumba fue saqueada y alertar a la Interpol para que esté atenta a las antigüedades que pueden ser ofrecidas a la venta”, explicó Parcak, con plena conciencia de lo que suyo no es convencional. “La tecnología hizo la diferencia –dijo–. Nos permitió ser más selectivos pues en un lugar enorme es difícil saber por dónde empezar”. Y, medio en chiste medio en serio, remató: “Indiana Jones representa la vieja escuela. Ya estamos muy lejos de ti, Indy, lo siento Harrison Ford”.

Publicada por el diario Clarín.

viernes, 20 de mayo de 2011

Hembras bravas: LAS FORTINERAS


Pasó más de un siglo, pero la campaña del "desierto" todavía despierta polémicas. Para algunos fue una epopeya que permitió consolidar el territorio nacional; para otros, una matanza motivada por la codicia. En el calor de la discusión, todos olvidan que casi la mitad de las fuerzas de frontera fueron mujeres que dejaron todo para vivir, pelear y morir junto a sus hombres.
Por Amanda Paltrinieri

No figuran en los libros de Historia. No se recuerdan sus nombres, salvo el de un par, aunque por sus méritos muchas llegaron a cobrar sueldo del Ejército y a tener grado militar.
"Se las llamó despectivamente chinas, milicas, cuarteleras, fortineras o chusma, en la parte más benévola del vocabulario -escribió Vera Pichel en Las cuarteleras (Planeta, 1994), referencia obligada sobre el tema-. En más de una ocasión fueron agredidas con epítetos francamente degradantes."
Eran esposas, novias, madres o prostitutas, mujeres de un solo hombre o de un regimiento. No fueron pocas: si en la Conquista del Desierto hubo seis mil soldados, las fortineras llegaron a cuatro mil. No se entiende por qué las condenaron al olvido, pues sin ellas la campaña del Sur -para bien o para mal- no habría sido posible. No sólo cuidaron de los hombres, los vistieron, alímentaron, curaron y -llegado el casocombatieron a la par de ellos, sino que con su presencia les dieron motivo para quedarse en un ejército al que la mayoría fue enganchada de prepo, como cuenta el Martín Fierro.
"Las mujeres -dijo Domingo Faustino Sarmiento de ellas-, lejos de ser un em arazo en las campañas, eran, por el contrarío, el auxilio más poderoso para el mantenimiento, la disciplina y el servicio (...) Su inteligencia, su sufrimiento y su adhesión sirvieron para mantener fiel al soldado que, pudiendo desertar, no lo hacía porque tenía en el campo todo lo que amaba."
Contra los godos
Las fortineras del Sur, sin embargo, no fueron las primeras: las guerras de la Independencia también las tuvieron como protagonistas, en retaguardia y en el campo de combate: "Aunque sea con agua y algún aliento a los hombres, algo se hace para ayudar a la patriada -dijo alguna vez Manuela Godoy, una santiagueña que estuvo en la batalla de Tucumán-. Y si tengo que agarrar una bayoneta y ensartar godos, no soy lerda ni me voy a quedar atrás". Los textos escolares recuerdan a las mujeres de Vilcapugio y Ayohuma, que atendían a los heridos, pero no recogen la historia de la puntana Pancha Hemández, quien combatió vestida de uniforme en la campaña al Alto Perú y usaba pistola y sable.
El Ejército de los Andes también tuvo sus mujeres pues San Martín las autorizó para que acompañaran a sus maridos.
Josefa Tenorio, una esclava negra, pidió al general Gregorio Las Heras que la dejara combatir. Este la aceptó y la mujer hizo la campaña como agregada al cuerpo del comandante de guerrillas Toribio Dávalos. Su única aspiración era obtener, también, su libertad personal. No se sabe si lo consiguió, aunque San Martín la recomendó para "el primer sorteo que se haga por la libertad de los esclavos".
Las mujeres pelearon en las guerras de la Independencia: los realistas estaban cerca -en el Norte y en el Oeste- y vivían amenazadas directamente por un enemigo de cuyas atrocidades se tenían noticias rápidamente. Luchaban por su suelo y por sus propias vidas.
Pero ¿qué otra cosa que el amor las podía haber llevado al Sur? Porque para encontrarse con sus hombres debían hacer un atado con cacerolas y víveres, cargar con sus críos (si los tenían) y largarse, así nomás, a cruzar el desierto. Muchas pudieron viajar desde su lugar de origen acompañando la marcha de los mílicos, pero otras anduvieron leguas y leguas abandonadas a su suerte hasta llegar al fortín.
Algunas buscaban a sus maridos; otras, la perspectiva de "ejercer el oficio"... pero ninguna sabía qué destino les esperaba. No eran mujeres de soldados: la mayoría de sus hombres no había elegido libremente el cuartel.
La ley de vagos
A medida que se extendían las fronteras internas y se repartían tierras, se ahondaba el problema de quiénes trabajarían en ellas. Nuestros gauchos no sabían de alambradas(Nueva 136). La libertad de vientres -primero- y la abolición de la esclavitud -después- hacía difícil conseguir mano de obra.
En 1815 se redactó el Reglamento de tránsito de individuos, versión local de la antigua Ley de vagos y maleantes española. Entre otras cosas, decía que "todo individuo que no tenga propiedad legítima de que subsistir, será reputado en la clase de sirviente, debiéndolo hacer constar ante el juez territorial del partido. Es obligación que se muna de una papeleta de su patrón, visada por el juez. Estas papeletas se renovarán cada tres meses. Los que no tengan documentos serán tenidos por vagos".
El reglamento permitía matar dos pájaros de un tiro: quien fuera pescado sin su papeleta (y se hacían redadas para encontrar hombres) debía elegir entre la peonada y el Ejército. Se había acabado eso de levantar un rancho en cualquier parte o de camear una vaca cuando el estómago hiciera ruido.
El avance sobre las fronteras internas se hizo en etapas. A lo largo de las décadas que insumió, la presencia de las mujeres fue una constante y estaban incluidas en las directivas que daba la oficialidad.
La vida en el fortín
A medida que llegaban eran rebautizadas por la soldadera: la Pasto Verde (Carmen Funes de Campos; su marido estaba en el cuartel del coronel Napoleón Uriburu) y la Viejita María; Mamá Culepina (una araucana afincada en el regimiento 3) y Mamá Pilar; la Pastelera y la Pocas Pilchas (que figuraron en un parte diario porque se habían trenzado en una pelea)... Algunas tuvieron nombres humillantes: la Cama Caliente, la Pecho'e Lata, la Vuelta Yegua.
Isabel Medina fue tan respetada que no perdió su nombre y la nombraron capitán por su heroísmo en combate. Mamá Carmen fue sargento primero.
La vida en el fortín era brava: mal comidos, mal vestidos, castigados por cualquier motivo, los soldados ni siquiera tenían la certeza de recibir la paga a tiempo (una compañía llegó a recibir tres años de sueldo en una vez).
Los caballos -sin los cuales no se podía salir a correr a los indios- eran más importantes que los hombres. Por las noches, pese a las bajísimas temperaturas, los animales eran los únicos que tenían mantas aseguradas.
Los soldados se levantaban al alba y trabajaban todo el día. Atendían la caballada, fabricaban adobe, cavaban fosas y preparaban la tierra destinada a chacras estatales, al margen de las patrullas cotidianas.
"... Las mujeres de la tropa eran consideradas como fuerza efectiva de los cuerpos -escribió el comandante Manuel Prado en La guerra al malón (Eudeba, l960)-; se les daba racionamiento y, en cambio, se les imponían también obligaciones: lavaban la ropa de los enfermos, y cuando la división tenía que marchar de un punto a otro, arreaban las caballadas. Había algunas mujeres -como la del sargento Gallo- que rivalizaban con los milicos más diestros en el arte de amansar un potro y de bolear una avestruz. Eran toda la alegría del campamento y el señuelo que contenía en gran parte las deserciones. Sin esas mujeres, la existencia hubiera sido imposible. Acaso las pobres impedían el desbande de los cuerpos."
Si el fortín era el infierno, las marchas no se quedaban atrás. Horas y horas, tanto de día corno de noche, al ritmo de la yegua madrina. Las mujeres, cargadas con trastos e hijos, ocupaban un sitio determinado Una reglamentación del coronel Conrado Villegas dispuso para una marcha que las mujeres que tuvieran familia fueran detrás del batallón, antes de los caballos, los carros y la columna de retaguardia. Las mujeres sin familia debían arrear la caballada y eran contadas como soldados.
"No conozco sufrimientos mayores -narró otro protagonista de la campaña, el coronel Pechman- que los pasados por las infelices familias de aquellas tropas, obligadas a marchar de noche o de día largas distancias con sus hijos en el anca de una mala cabalgadura, cubiertas de polvo, con sed, hambre y frío. ¡Pobres mujeres! Tenían forzosamente que subordinarse a las mismas condiciones que la tropa, so pena de perecer en la soledad del desierto."
No era raro que durante uno de esos traslados alguna diera a luz, como les ocurrió a las mujeres del cabo Cardozo y del cabo Gómez. Esta última, apenas cortado el cordón umbilical del bebé, debió continuar la marcha junto a la columna. Sólo pudo descansar a la mañana siguiente.
Entre bailes y combates
La única obligación placentera era la de los bailes que se hacían cada tanto. Jóvenes o viejas, ninguna podía faltar: la orden era terminante. Eran los únicos momentos de alegría.
Claro que también podía armarse algún entrevero, como cuando la Rosa Mala vio a su cabo bailar con otra. Esa noche la fiesta terminó en un duelo que ganó la mujer. El cabo casi murió de una puñalada y la Rosa Mala fue desterrada.
Eran bravas para todo. En una oportunidad el coronel Hilario Lagos debió llevar su regimiento (el 2 de caballería) hacia Mercedes. Como no podía dejar vacío su fortín, llamó a Mamá Carmen y la nombró sargento primero. Mamá Carmen hizo disfrazar de soldados a las mujeres y organizó la vigilancia. Cuando aparecieron los indios, no sólo los dispersó sino que salió a perseguirlos. El día que regresaron los hombres, no creyeron la historia hasta que vieron los tres prisioneros que las fortineras habían capturado.
Si esos tres vivieron -al menos hasta la vuelta de Lagos-, menos suerte tuvo el viejo indio que se acercó a otro fortín, que había quedado a cargo de Misia Magdalena mientras los soldados peleaban, Aunque el hombre dijo que quería volver a vivir entre los blancos, ella lo fusiló. Se estaba vengando de la muerte, en el combate de San Carlos, de su marido y sus tres hijos.
En otra ocasión, mientras cuidaba la tropilla del jefe, la Parda Presentación -una entrerriana casada con un sargento- espantó, sola y sin ayuda, a un grupo de indios que intentaba acercarse al cuartel.
A curanderas tampoco les ganaban. Catalina Godoy, Mamá Pilar, Mamá Culepina, la Viejita María, Mercedes la Mazamorrera, todas eran expertas en el uso de hierbas y tisanas. Mamá Pilar, incluso, curó en una ocasión al general Teodoro García.
Las olvidadas
Cuando todo terminó, muchos de los sobrevivientes se quedaron en el sur. Algunos -no todos- recibieron pequeñas parcelas.
La Pasto Verde fue una de las que se afincó. Construyó un ranchito que hizo las veces de posta en el camino de Neuquén a Zapala, hoy ruta 22. Mercedes la Mazamoffera vivió cerca de ella.
¿Y el resto? El teniente coronel Eduardo Ramayón contó, en 1914, qué fue de ellas: "El gobierno (mientras duró la Campaña) las proveía de cierta porción del racionamiento que se asignaba al soldado, raciones modestísimas que más tarde, con la desaparición del indio, quedaron definitivamente suprimidas... Estas mujeres ¿qué suerte corrieron? Una vez que todo fue paz y fraternidad, porque habían terminado las guerras, la situación de las pocas sobrevivientes quedó completamente definida con la eliminación de las listas en que figuraban y su no admisión en los cuarteles."
Sin embargo, "ellas también fueron soldados -escribió Vera Pichel en su libro-. Con ese espíritu tomaron a su cargo las tareas que les fueron asignadas: cocinaron para todos, lavaron la ropa de sus familiares y de soldados enfermos o heridos, cuidaron la tropilla. Curaron, rieron, hablaron de amor... y tomaron un fusil y dispararon cuando fue necesario con la fuerza y la valentía de los veteranos. De ese modo entraron a formar parte, también ellas, de la Conquista del Desierto."

Donde estuvo la Jabonería de Vieytes


Ya en vísperas de cumplirse 201 años de la Revolución de Mayo, los turistas pueden hacer sus propias recorridas exploratorias y evocativas de ese pasado en lo más céntrico de Buenos Aires, más allá de visitar el Cabildo. Por ejemplo ubicar el lugar donde estuvo erigida la casa que cobijó las reuniones revolucionarias de los patriotas. Hay que acompañarse de algunos datos que valoricen la recorrida que se propone


El 2010 pasó bajo la denominación de Año del Bicentenario y, consecuentemente, el primitivo distrito virreinal en el llamado Centro de Buenos Aires, podrá ser el área urbana que mayor interés concentrará a todo tipo de visitante que quiera transitar los lugares donde se desarrollaron los hechos revolucionarios de Mayo de 1810. Y aunque la capital argentina es una de las ciudades que más ha demolido los edificios de valor histórico, o modificó y tronchó alguno de ellos, como el antiguo Cabildo, pueden hacerse recorridos evocativos, para vivir las emociones derivadas de recorrer los lugares por donde más transitaron los principales protagonistas del definitivo bullir independentista. Conviene hacerlo con acopio de datos como lo se consignan más abajo.Las mayores coincidencias señalan como sede de las reuniones secretas de los revolucionarios (según las memorias escritas por contemporáneos a esos hechos y documentos diversos) es la que se conoció como la Jabonería de Vieytes.No está en pié y el edificio de departamentos que fue erigido en el lugar, cayó bajo la piqueta y a la parcela le pasó por encima la avenida 9 de Julio (en la década del ?60). El edificio de departamentos aludido estaba plantado de cara al norte de la calle México 1050 al 1068. La ubicación es la cabecera de la arbolada plazoleta central de la avenida; exactamente a 34º36'55.23" de latitud Sur y 58º25'51.52" de longitud Oeste.
Actualmente no existe señalamiento alguno de lo que debiera ser un lugar reverenciado y está descuidado. Queda el basamento donde estuvo una plaqueta que no fue repuesta, y un monumento de un prócer que no tiene identificación alguna, pero no es Vieytes y tampoco se parece al Rodríguez Peña que se yergue en la plaza homónima capitalina.La jabonería llegó a ser un edificio de dos plantas, y el comprador Nicolás Rodríguez Peña debió hacerle reformas porque allí funcionaba ?la panadería de Videla?. La adquisición fue plasmada por escritura del 16 de octubre de 1807 por 2387 pesos y 3 reales, según figura en el protocolo del notario Inocencio Agrelo (investigación de Manuel Carlos Melo). El terreno tenía 30 varas de frente a la calle de San Bartolomé (llamada luego Agüero y finalmente México) por 60 de fondo, que incluía caballeriza. Rodríguez Peña ?que venía de a caballo desde su quinta en la hoy calle Callao? asoció a Juan Hipólito Vieytes para fundar su fábrica de jabón. Era a la vez la vivienda de Vieytes, su familia y la servidumbre, pero la parte industrial funcionó como excelente pantalla para encubrir las reuniones de los revolucionarios que comenzaron en los albores de 1808.A fines de ese año debieron suspenderse, ya que el virrey Santiago de Liniers hizo apresar en Montevideo al joven cirujano inglés Diego Paroissien que traía ?desde el Janeiro? mensajes revolucionarios y comprometedores mandados por Saturnino Rodríguez Peña para su hermano Nicolás y para Vieytes. Del sumario contra Paroissien, que también comprometió a Juan José Castelli, quedaron encarcelados el cirujano inglés y Rodríguez Peña. Este último fue enclaustrado en un calabozo del cuartel de Cántaros ?que también llamaban Montañeses? donde casi muere de nefritis.

Hace exactamente 203 años, el de día de Nochebuena de 1808 fue embargada la jabonería y el inventario (documento en el Archivo General de la Nación) demuestra que se estilaban grandes reuniones, no sólo por la vajilla, sino por las 32 sillas inglesas de sala (también embargaron a los africanos Joaquín, Juan y José).En 1815, a raíz de la revolución contra Carlos María de Alvear, Vieytes fue desterrado y murió ese mismo año. Nicolás Rodríguez se instaló en San Juan y luego en Santiago de Chile donde murió en 1853. Sus sucesores vendieron el edificio de la jabonería en 1868.Vale la pena un paseo por la plaza que lleva su nombre sobre Callao entre Marcelo T. de Alvear y Paraguay. En la calle Azcuénaga 1100 de Vicente López, se conservan los portones de la quinta del Paladín de la Revolución, que adquirió en remate en 1799. Para él la revolución fue una ilusión efímera y de final cruel: murió de cáncer a la lengua en 1812. A su vez Miguel de Azcuénaga tuvo su quinta en el mismo lugar donde hoy se asienta la residencial presidencial de Olivos.Las búsquedas explorativas para la evocación son múltiples. Un próximo paseo puede ser dar con el solar de Mariquita Sánchez de Thompson y luego viajar hasta el museo donde está su pianoforte donde se ejecutó por primera vez el himno nacional.
por Francisco N. Juárez

lunes, 9 de mayo de 2011

Gabino Ezeiza


Hay seres que parecen nacer para dar pábulo a la leyenda, para alimentar la llama inextinguible del Mito. Gabino Ezeiza, el famoso payador negro, fue uno de ellos. Ya en vida su figura había adquirido perfiles legendarios, que el tiempo transcurrido desde su desaparición ha ido acrecentando, al punto que sólo una precisa y nítida investigación podrá distinguir, en su biografía, lo real de lo imaginario.

Corría el verano de 1858, Buenos Aires separada de la Confederación vivía en constante pie de guerra con las provincias federales. Gobernaba Valentín Alsina y la idea de Bartolomé Mitre de crear “La República del Plata”, propuesta años antes, bullía en el caletre de muchos de sus miembros.

Los negros, concentrados mayoritariamente en las parroquias de Balvanera, Montserrat, San Telmo, Catedral y La Concepción, constituían un núcleo importante en la población de Buenos Aires y a pesar de los años transcurridos desde la abolición de la esclavitud, muchos hombres y mujeres continuaban sirviendo a sus antiguos amos. (1) El resto que prefirió ser libre vivía en la extrema pobreza, sin tener los hombres otro medio de subsistencia que vender por las calles de la ciudad, pasteles, mazamorra, pan casero o escobas, productos todos que elaboraban con paciencia y dedicación. Las mujeres, por su parte, no poseían otra alternativa que ofrecerse como lavanderas, cocineras o amas de cría. Tantas estrecheces y obstáculos, aparte de la marginación clasista que padecían, terminaron por extinguirlos como grupo étnico y aunque los factores determinantes fueron muchos y diversos, consideramos que, la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), la epidemia de cólera (1868) y la fiebre amarilla (1871), amén de las luchas intestinas en diferentes períodos , fueron los más importantes.

No obstante, a los seis años de su derrocamiento, “la morenada” permanecía siendo fiel a Don Juan Manuel de Rosas y ese pensamiento, más íntimo que político, no era bien visto por las autoridades del puerto de Buenos Aires que aún no habían superado el odio acumulado en tanto tiempo de antagonismo.
En este estado de cosas el 19 de febrero había nacido el niño Gabino Jacinto Ezeiza en la modesta vivienda de la calle Chacabuco 242 de Buenos Aires. Su bautismo se realizó el 6 de abril del mismo año en la Parroquia de la Concepción. Hijo de Joaquín Ezeiza, quien había servido a la familia Ezeiza, de ahí su apellido, y descendía por su abuelo de un trompa de Rosas. Su madre fue Joaquina García. Don Joaquín fue dado de alta en el ejército con el grado de subteniente 2º, en el 2º Batallón del 3º Regimiento, 1ª División Buenos Aires y destinado a la guerra con el Paraguay. Comenzó su campaña el 1º de julio de de 1865 en Ayuí Chico y finalizó en Tuyutí, donde falleció el 18 de mayo de 1867. El gobierno argentino declara la guerra al Paraguay el 5 de mayo de 1865 y a menos de dos meses de producida, Joaquín Ezeiza está en el frente con el grado de subteniente 2º, lo que hace sospechar que no tenía actividad militar anterior y que su graduación es producto de un “enganche” voluntario en el cuerpo de Guardias Nacionales.

Según Héctor P. Blomberg “el negrito Gabino no faltaba nunca a las payadas que se realizaban con frecuencia en su barrio. Escuchaba, conmovido y absorto, los torrentes de coplas que surgían de labios criollos, bajo el alero de los patios coloniales, sobre las vihuelas melodiosas, y sentía despertarse en su corazón infantil el amor a todo aquello”.

Quien primero puso una guitarra en sus manos fue un pardo muy viejo, que tenía una pulpería en el bajo de San Telmo. Se llamaba Pancho Luna, y fue payador cuando joven, en los tiempos de Rivadavia. Al cumplir quince años le compraron a Gabino una hermosa guitarra española. Por ese entonces, 1873, y según relato del propio Gabino, hacía varios años que había quedado huérfano de padre y madre, ya que ésta murió con anterioridad a la muerte del padre en 1867.

A comienzos de 1876 Gabino era un “morenito” delgado, de simpática planta, ojos vivaces, labios gruesos y protuberantes, frente despejada y pelo mota, que vestía con pulcritud y buen gusto, dedicándose con entusiasmo a dar vuelo a sus inquietudes literarias y ocupando parte de su tiempo en la buena lectura. El sábado 1º de enero de 1876 salió el primer número de La Juventud, semanario que al parecer estaba dedicado al bello sexo. Allí encontramos la primera colaboración de Gabino Ezeiza. Son versos y ¡qué versos! Defectuosos de forma, con errores en el metro silábico, faltos de unidad en lo narrativo y de un pretendido estilo romántico como ingenuo. A pesar de las incorrecciones apuntadas, revelan las buenas intenciones de un principiante.
A orillas del Plata

Bogaba un marino
del Plata a la orilla,
en una barquilla
con increíble afán.
Cortando las olas
que al verse vencidas,
van y embravecidas
en las toscas dan.

Mas llega la barca
de la tosca al lado,
feliz ha llegado
y en tierra saltó
alegre el marino
risueño el semblante
y luego al instante
la barca amarró.

Con paso seguro
casi a la carrera,
cruza la reguera
luego se paró,
en una casita
de pobre apariencia,
luego con las manos
las palmas batió.

Se abrió una ventana
y apareció ella,
una joven bella
-¿quién va? – preguntó,
-¿ya no me conoces?-
contestó el marino,
-¡Soy yo, prenda amada!-
y la puerta se abrió

A partir de su segundo número el periódico comenzó a aparecer los domingos y en esa edición obsequiaba a sus lectoras un cuento por entrega titulado El Ramo de Flores, con el subtítulo de Leyendas de Costumbres y firmado por Liberato, seudónimo de Gabino. El joven estaba a punto de cumplir dieciocho años y sus pensamientos eran de ensoñación y romanticismo. Había logrado en parte materializar su confesada inclinación por las letras, dirigía la sección literaria del periódico en que colaboraba y era el niño mimado de aquella sociedad. Se presume que Ezeiza se consagró entero al canto en años posteriores a esta etapa de su vida, bien pudiera ser desde su alejamiento del periódico a mediados de 1878 o en las proximidades de 1880. Para mediados de 1879, tenía fijado su domicilio en la calle Defensa 343, dentro de los límites de la Parroquia de San Telmo y su oficio declarado era el de jornalero.(2)

Revolución del ochenta

Corría el mes de mayo de 1880. En Buenos Aires la agitación política que se vivía en aquellos días, era el presagio de la inevitable lucha fratricida que se desencadenaría poco tiempo después. El enfrentamiento entre el Dr. Carlos Tejedor, Gobernador de la Provincia y candidato presidencial del Partido Autonomista y el general Julio A. Roca, ex Ministro de la Guerra y candidato del Partido Nacionalista, había llegado al máximo de intolerancia; cada uno exigía la renuncia del otro como prenda de paz, pero la posición intransigente de ambos hacía imposible cualquier tipo de negociación. La lucha estalló y finalmente, con la renuncia del Dr. Tejedor, el 30 de junio se concertó la paz sobre la base de la Ley de Federalización, que tras largos debates se sancionó el 21 de setiembre. En ella se declaraba capital de la República y asiento del gobierno nacional al municipio de la ciudad de Buenos Aires. Gabino Ezeiza en el tiempo de estos sucesos tenía 22 años y según sus biógrafos participó en forma activa de los mismos. La revista “Lo que canta el pueblo” expresa: “Concurrió al combate del 21 de junio con el batallón 15 de Febrero, a las órdenes del comandante Elliot y el entonces mayor Vico, donde se comportó bizarramente recitando algunas estrofas en el momento de la lucha”.

Que Gabino ya cantaba en ese entonces es cosa cierta, así lo indica al menos un comentario hecho por el diario “La Razón”, en el año 1909, donde decía: “Terminada la revolución del ochenta, surgió de los últimos campamentos la afición al canto criollo de contrapunto y se destacó en esa época con el título de payador, un morenito vivo, locuaz, satírico e intencionado, que en hermosas y valientes improvisaciones, arrastraba, como orador fogoso, masa del pueblo que le seguían a todas partes para escucharle sus estilos camperos y milongas orilleras. Ese cantor era Gabino Ezeiza, todavía vive y por ahí anda con su guitarra y sus lamentos”.

Por entonces ya lo envuelve en su círculo amistoso, en el seno de la colectividad morena de Buenos Aires, una aureola de prestigio. Pardos y morenos forman mundo numeroso y aparte, allá por la década del ochenta. Tienen sus asociaciones particulares, organizan pintorescas comparsas para Navidad y Carnaval, crean sociedades propias de socorros mutuos, discuten con vehemencia sus problemas en sus periódicos y fuera de ellos, y hasta piensan en establecer escuelas para la educación del hombre de color. Llevan, en fin, una intensa e interesante vida de sociedad. De ahí que el juvenil Gabino asista con frecuencia a tertulias familiares, participe en bailes y fiestas, y entretenga en la amable compañía de amigos y muchachas buena parte de sus horas.

Sus primeras actuaciones

Recién se tiene noticias fehacientes de sus actuaciones en los primeros días de 1882, a través del semanario “La Broma”, una hoja periodística perteneciente a la comunidad morena. La nota publicada, comienza diciendo: “El lector se recordará de Gabino Ezeiza. Gabino era uno de los colaboradores de “La Juventud”, periódico que vivió más de lo que viven otros (…) Bien, Gabino se ha dedicado a la paya y para el efecto se ha hecho un excelente payador”.

El camino del payador, aunque en corto trecho, se estaba trazando. En ese mismo año aparece el nombre de Nemesio Trejo como cantor oficial del caudillo boquense José “Pepe” Fernández. Trejo fue quien acompañó a Ezeiza en sus primeros triunfos en Buenos Aires.

En 1884 Gabino alcanzó su consagración. En él obtuvo sus más resonantes éxitos, recibió elogios de altas personalidades, vivió días de gloria, logró el título de máximo improvisador, fue agasajado como un triunfador y lo más importante, impuso como arte y para siempre, el canto del payador en el Río de la Plata, donde puso de relieve su propia condición de artista.

No se sabe si enterado que en la vecina orilla había un payador con fama de invencible, llamado Juan de Nava, cruzó el charco para ponerse a prueba o sí a instancias de amigos comunes hubo un convenio previo, la cuestión es que Ezeiza en compañía de José María Silva, joven payador discípulo suyo y los guitarristas Gómez y Rodríguez, arribaron al puerto de Montevideo entre el 20 y 21 de julio.

Nava era cantor oficial y protegido del dictador Máximo Santos. El miércoles 23 hubo una tenida entre él y Gabino Ezeiza en la cancha de pelota de la calle San José entre Ibicuí y Quareim, propiedad del Sr. Jorge Díaz. El recinto estaba colmado con más de 300 personas. Aquella fue una jornada de gloria para el payador argentino y la prensa uruguaya no tuvo reparos en reconocer sus méritos: “… declaramos con toda sinceridad, que Gabino le lleva grandes ventajas a Nava, es un verdadero poeta, de inspiración levantada y que improvisa con pasmosa facilidad, midiendo acabadamente los versos, cosa rara entre la mayor parte de los que pasan por payadores”.(3)

En los días siguientes fue colmado de agasajos, visitas, invitaciones y obsequios, todos querían demostrarle su admiración. El viernes 25 por la mañana, respondiendo a una invitación del Presidente de la República, el general Máximo Santos, se presentó en el cuartel de la escolta presidencial, donde fue recibido por el primer mandatario. Hechas las presentaciones, pulsó la guitarra y saludó en florida improvisación al jefe de estado y a otras autoridades de gobierno, por lo cual fue objeto, aparte de las felicitaciones, de diferentes obsequios.

Luego de otras memorables actuaciones se convirtió en el personaje de aquellos días, no solamente en los corrillos populares, sino en los sectores privilegiados de la sociedad uruguaya. Quizás el mayor logro de Ezeiza haya sido conquistar la consideración de la intelectualidad montevideana, quien gratamente sorprendida por su inspiración ingénita, le brindó su protección espontánea, en muestras de simpatía y en palabras de encomio.

Aquella consagración de Ezeiza, debe ser tomada como el punto de partida del payador rentado. Fue la revelación del canto criollo, puesto que, no solo proyectó a su intérprete en artista, sino que permitió a la sociedad en conjunto, sin diferencias de clases, reencontrarse con sus raíces culturales a través de la expresión criollista, exaltando la evocación del gaucho, en su vida sus usos y costumbres.

El miércoles 20 de agosto regresó a Buenos Aires a bordo del vapor Apolo., compartiendo la travesía con varias personalidades, quienes reunidos en el salón de la nave comentaban sus recientes éxitos en Montevideo. En retribución a tantos halagos, Gabino pulsó la guitarra y entretuvo a los viajeros con chispeantes y ocurrentes improvisaciones, mencionando a unos o señalando algún suceso imprevisto. Entre los presentes se hallaba el doctor Rafael Calzada, reconocido periodista y hombre de letras, quien asombrado ante tanta prodigalidad, se puso de pie y alzando su copa en señal de brindis, improvisó:

De mi entusiasmo al calor
de tu estro la grandeza
y tu numen creador,
a tu salud payador
bebo un vaso de cerveza.

La respuesta de Gabino fue instantánea:

Ese verso improvisado
fue con tanta exactitud,
que doctor, me veo obligado
en beber a su salud.

A partir de 1884 otros nombres se suman a la cruzada iniciada por Gabino. Ellos son José María Silva, Nemesio Trejo y Pablo José Vázquez, todos muchachos veinteañeros formados a su lado. Las enseñanzas y renovaciones promovidas por Ezeiza hicieron escuela.

El 21 de agosto de 1884 estaba nuevamente en su ciudad natal, donde un grupo reducido de amigos le tributó una calurosa recepción, excepto el periodismo que no ofreció ninguna información sobre su regreso.

Ese mismo año, en Buenos Aires, payó dos veces con Nemesio Trejo. Una de las payadas fue organizada a beneficio de las víctimas de una gran inundación ocurrida por esos días, debido al desborde del Riachuelo. Se llevó a cabo en “Cancha Belgrano” (Belgrano 222). Durante el transcurso de la misma de pronto se escuchó un fuerte crujido, ocasionado al ceder las bases de la gradería alta, a un costado de la puerta de entrada, por la excesiva cantidad de personas que la habían ocupado, rompiéndose en la caída tablas y tablones. (4) Pasado el susto volvió a sonar la guitarra y tras un aire de milonga, Gabino improvisó:

Cuatro tablas que se han roto
ya cuanto menos no es tanto,
guarden silencio señores
que va a continuar el canto

La otra payada con Trejo se efectuó el 10 de noviembre en el teatro “La Alegría”, el argumento que cantaron fue la muerte del malogrado Benigno Baldomero Lugones (periodista y escritor) y la fiesta que para socorrer a su familia se había organizado, salpicando sus cantos con estrofas alusivas a los incidentes ocurridos tanto en los asaltos de sable, florete y palo que allí se efectuaron esa misma noche como en la propia payada.

Gabino no se daba pausa en su trajinar por los pueblos. Empezaba a convertirse en aquel payador errante que solo y con un circo –propio o ajeno- recorrió prácticamente toda la República.

En los primeros meses de 1885 Ezeiza inició su gira por el litoral uruguayo junto a José Maria Silva, realizando exitosas actuaciones en Mercedes, Villa de Dolores, Paysandú, Salto, Concordia (Argentina) y Montevideo.

Poco se ha tenido en cuenta las virtudes cívicas de Gabino Ezeiza, sobre todo cuando se recuerda su militancia radical, en relación a la cual, algunos faltos de información o mal intencionados le aplicaron el despectivo mote de “cantor de comité”. Gabino desde joven tuvo preocupaciones cívicas y su ejemplo más notorio ha sido su activa participación en la revolución del ochenta, en defensa de una causa que consideraba justa.

El año 1891 lo encuentra de nuevo en la capital oriental incorporado a la compañía Podestá-Scotti. Su debut se produce el 14 de abril en el picadero del “Politeama”, causando una verdadera sensación. Luego de permanecer unos días más en Montevideo, regresó a Buenos Aires donde actuó en el Jardín Florida el jueves 30 de abril, con la representación de Juan Moreira, tomando parte Ezeiza en la escena de la fiesta. Las desventuras del cuchillero de Navarro trasladadas al teatro fueron un éxito. El jueves 5 de mayo presenció la misma función el Presidente de la República, doctor Carlos Pellegrini, a quien Gabino le ofreció lo mejor de su inspiración.

Ese mismo año desafió a Pedro Vázquez, quien aceptó la confrontación, fijándose la payada para el martes 23 de junio en el teatro Politeama. Ese día el teatro estaba colmado en su capacidad. Dos órganos de prensa de la capital hicieron la crónica de la tenida coincidiendo ambos en el veredicto dado por el público y en el dictamen de cada uno de ellos. Uno de ellos (El Correo Español) decía: “Se verificó anoche la payada de contrapunto entre Gabino Ezeiza y Pablo Vázquez. Contra lo que se esperaba, el hasta ahora invencible Gabino, fue derrotado por su contrincante. No hubo jueces que lo declarasen así, pero el inmenso público que asistió, dio el lauro de la victoria a Vázquez, y se lo dio porque se lo merecía”. Fue una mala noche para Gabino.

La misma payada se reiteró el 1º de julio en el mismo escenario que la anterior. La crónica del “Sud América” manifestó: “Con numerosa concurrencia tuvo lugar anoche la segunda payada entre Ezeiza y Vázquez. Como en la primera quedó triunfante Vázquez”.

En 1893 Gabino se independiza de Podestá-Scotti e instala su propio circo. Una de las primeras actuaciones se produce en el mes de abril en la ciudad de Rosario, donde ofrecía ejercicios ecuestres y gimnásticos a cargo de la familia Holmer, dramas criollos y su propia actuación. El picadero se llamaba “Circo Gabino Ezeiza”.

Meses después, la revolución radical en Santa Fe, acaecida el 30 de julio, estaba en plena efervescencia. El jefe político de la misma, doctor Mariano Candioti, que asumiera el 3 de agosto la gobernación de la provincia en nombre de la junta revolucionaria, tuvo que renunciar el día 24, haciéndose cargo de la misma el interventor Baldomero Llerena. Si bien en los primeros momentos parecieran haberse aquietado las aguas, con el correr de los días el clima político se fue enrareciendo nuevamente y ante el peligroso cariz que tomaban los acontecimientos el gobierno nacional envió como nuevo interventor al general Liborio Bernal, quien asumió el 23 de setiembre. A partir de aquí todo se precipitó y al día siguiente estalló nuevamente la revolución y la lucha armada fue un hecho en diversos lugares de la ciudad y en otros departamentos de la provincia. Ezeiza, quien según algunos habría llegado a la capital de la provincia unos días antes con el santo y seña de la revolución, instaló su circo en la calle San Jerónimo entre Tucumán y Rioja. Producida la revuelta, Gabino, con varios componentes de su compañía improvisó un cantón en esa misma esquina, volcando un tranvía a caballo.(5) Se cuenta que sofocada la sedición y presos los integrantes de la trouppe circense, éstos en su mayoría extranjeros, se defendieron diciendo que Ezeiza los había obligado a pelear contra su voluntad. El día 25 y a medida que las fuerzas gubernamentales ganaban posiciones, la lucha se hizo más cruenta, viéndose obligados los revolucionarios a buscar posiciones de resguardo. Gabino, quien se hallaba luchando al lado de un “batallón suizo”, buscó junto a éstos refugio en la estación del ex Ferrocarril Provincial, salvando la vida en forma providencial.

En las primeras horas de la mañana del día 26, la intentona revolucionaria había sido derrotada. Gabino fue detenido en Rosario el 18 de noviembre, después de cincuenta y tres días de estar fugitivo. El doctor David Peña, director del diario oficialista “Nueva Época”, comentaba, días más tarde de ocurridos estos sucesos, en un artículo que tituló: “Un payador metido a revolucionario”: Gabino Ezeiza había trocado su guitarra por el fusil radical. Ya no es un misterio que entre los cachivaches de su circo vinieron armas para los revolucionarios de Santa Fe y que los anuncios de su llegada y estreno fueron una contraseña revolucionaria”.(6)

Se desconoce en qué fecha fue puesto en libertad, pero sí se sabe que para fines de marzo de 1884 estaba en San Nicolás, desde donde le escribe una carta al payador Honorio Fernández. Es muy probable que esta estada en San Nicolás haya sido con su circo, el que según tradición oral, estuvo instalado en la calle Francia entre Lavalle y León Guruciaga. Se sospecha que por ese entonces Gabino conoce a Petrona Peñaloza(7), moza quinceañera entonces y que años más tarde haría su esposa. Según Santiago G. Chervo, era bisnieta del caudillo riojano Angel Vicente Peñaloza, “El Chacho”.

Entretanto en octubre de 1894 llega el momento de la gran payada con Pablo J. Vázquez en Pergamino, uno de los sucesos capitales, por así decir, en la biografía del negro cantor y en la misma historia payadoresca, donde aquella justa sigue resonando con acentos poco menos que legendarios, por la calidad de sus contendientes y por su duración, que fue de dos noches, el 13 y el 14 de octubre en el teatro Florida de Pergamino. El jurado que actuó en esa oportunidad dictaminó que debía reputarse como vencedor a Gabino, según acta suscripta el 28 de noviembre de ese año.

Gabino que por ese tiempo era aún un hombre joven, pues contaba con 36 años, había pasado por las más severas pruebas de su arte, desde aquellas trenzadas en la trastienda bolichera, donde habrá aprendido el consejo del viejo Vizcacha, a “no pelear sin puyones”, hasta las topadas con Trejo, Nava y Silva, donde siempre salió airoso.

Vázquez en cambio fue la contraparte de Ezeiza, ya que no le conocemos experiencias de ese tipo, sospechando que su oficio de payador fue producto de una vocación temprana, abonada con inquietudes literarias y buena lectura, publicando para 1885 su primer folleto de versos, donde se anunciaba como payador argentino, contando a la sazón 21 años.

Estas distintas escuelas quedaron evidenciadas en los versos improvisados de uno y otro, mientras los de Gabino eran toscos y sin ningún pulimento, alguien los tituló “gauchescos”, los de Vázquez en cambio tenían color a poesía y eran expresados en un lenguaje correcto, no exentos de delicadeza.

El corresponsal de La Prensa, Joaquín V. González(8) manifestó: “…en cuanto a su manera de payar o luchar cantando de contrapunto, pueden compararse en principio a dos oradores, de los cuales uno fuese claro, correcto, nítido y sin rodeos y el otro, con el mismo talento, fuese inclinado a las argucias, a las intrigas del raciocinio, a los ardides y a los recursos parlamentarios. Así, Vázquez expone en estrofas redondeadas y más o menos concluyentes y Ezeiza se estira, se difunde, divaga, gira y revolotea en el mismo tono, ensartando palabras, palabras y más palabras buscando el final, hasta que lo encuentra a su gusto y entonces cambia de pronto la tonada y con un impulso nuevo y vigoroso, termina el período arrancando siempre al auditorio un estrepitoso aplauso. Todo esto, cuando no se le ocurre descubrir algún estilo reservado para las grandes ocasiones y sorprendiendo hasta sus más íntimos, deja oír las más conmovedoras armonías, en las que, la voz flexible y dócil se pone a llorar en compañía de la bordona y entonces, el concurso compuesto de criollos de corazones nacidos de la tierra se estremece como sacudido por una corriente eléctrica y las exclamaciones de ese instante son de verdadera gloria para el payador”.

En julio de 1895 Ezeiza inició una gira por el litoral uruguayo en compañía del payador oriental José M. Madariaga y el prestidigitador español Alberto M. Acuña, anunciando su debut en el Teatro Progreso de Paysandú, para el sábado 27 de julio. Luego actuó en Concordia (Argentina), continuando por Salto

El Saludo a Paysandú

Heroico Paysandú, yo te saludo,
Hermano de la patria en que nací.
Tus hechos y tus glorias esplendentes
Se cantan en mi patria como aquí.

Aquí es necesario hacer un paréntesis, para referirnos a un hecho trascendente en la trayectoria artística de Gabino, el Saludo a Paysandú, el más célebre de sus compuestos y tratar de determinar en qué momento y dónde fue cantado.

Después de escuchar una decena de versiones, a cual más antojadiza sobre dónde se cantó el “Saludo” por primera vez, hemos hallado la del historiador “sanducero” Carlos Estefanell (9), quien tras paciente como prolija investigación, sostiene que bien pudo ser en una de las tres presentaciones en el Teatro El Progreso, entre julio y agosto de 1895, donde en el programa figuraba –Un saludo- y argumenta: “Y si era tradicional en Gabino saludar al pueblo sanducero antes de sus actuaciones, ¿No sería factible que en uno de esos saludos haya surgido el canto inmortal?”. Cabe agregar que bien pudiera ser el verso de despedida de la última noche, mencionado en la nota periodística: “Se despide de Paysandú con unos versos muy sentidos que le merecieron grandes aplausos”.(10) Esta es la única versión con fecha y lugar precisos y este es el hecho más importante, el cual descalifica las mistificaciones habidas en su torno; por otra parte, sospechamos que Ezeiza nunca lo interpretó con anterioridad a 1895, ya que en nuestro archivo no lo encontramos incorporado a su repertorio antes de ese año.

Pero sobre este asunto hay mucho para decir. Una de las versiones más difundidas dice, que hostilizado por un grupo de personas llegó hasta el barco atracado en el muelle y desde la barandilla cantó el famoso saludo. La única vez que Ezeiza tuvo algún problema en el Uruguay, fue en su primera visita a Paysandú en abril de 1885, por lo tanto se supone que el hecho sucedió en esa ciudad y en ese año. Ahora bien, en aquel entonces el muelle aludido no existía y los vapores de la empresa Mihanovich, que hacían el recorrido por el río Uruguay, anclaban en medio de éste, desde donde los pasajeros eran transportados en bote hasta la orilla. Resultan pues inverosímiles los fundamentos de la citada versión.

Después de tres largos años de ausencia de Buenos Aires, el año 1896 marca el regreso definitivo de Gabino Ezeiza a su ciudad natal, donde lo acompañará el éxito y mucha actividad.

Para el sábado 15 de mayo de 1897 se concertó una payada de contrapunto entre Ezeiza y su rival por excelencia, Pedro Vázquez, quien estaba padeciendo las etapas finales de una cruel enfermedad. Luego de esta tenida, realizada en Lomas de Zamora, Vázquez no regresó más a los escenarios. Enterado Gabino de la gravedad del estado de su colega y su difícil situación económica le hace llegar una carta en la que dice: “Gabino ofrece, dejando a un lado antiguos resentimientos, un beneficio a favor del enfermo, con elementos propios, en este pueblo o en Tandil, donde actualmente se halla”.(11) Este gesto de Ezeiza fue publicado en el diario local, bajo el título “Sentimientos generosos” y es realmente un acto de solidaridad y filantropía el ofrecimiento del moreno, que lamentablemente no fue interpretada del mismo modo: “Conocida esta carta por Vázquez, contestó rechazando dignamente la oferta, pero sin altivez, agradeciéndola y diciendo: -que si bien es cierto que su posición no es muy desahogada, no carece felizmente de recursos propios para atender su enfermedad”. Vázquez falleció el 26 de junio, cuando contaba treinta y tres años de edad.

En 1902 sostuvo otra payada memoriosa en San Antonio de Areco. Esta vez su contrincante fue Luis García, a quien no pudo vencer.

En 1912 intervino con éxito en un torneo internacional payadoresco efectuado en un teatro de Buenos Aires en el que los cuatro primeros premios fueron adjudicados a Ezeiza, Curlando, Vieytes y Caggiano.

Gabino también realizó, entre otras, una payada memorable, en las esquinas de Yerbal y Nazca, junto a Martín Castro, payador de Ciudadela y autor de “El huérfano”. Dentro de los límites de la Capital Federal solía concurrir al café Oviedo, de avenida Chicago (actual avenida de Los Corrales) y San Fernando (actual Lisandro de la Torre) frente al Mercado de Hacienda de Liniers.

Llegamos al año 1914 y la primera actuación se la hallamos el sábado 7 de febrero en el escenario del Teatro Roma, ubicado en la calle Sarmiento 112, de la ciudad de Avellaneda, donde se presentó en una función a beneficio del actor aficionado Santos Mezzano. Para ese entonces Gabino estaba dedicado de cuerpo y alma a hacer proselitismo a favor del partido radical y para ello no mezquinaba esfuerzos ni sacrificios, ya sea colaborando con su canto en reuniones partidistas o sirviendo de enlace entre personajes influyentes de la misma causa.

Tras su agitada vida de cantor trashumante y como muestra inequívoca de cansancio es que Gabino centra su actividad en bares y cafés de Buenos Aires. En ese entonces tenía 56 años, 8 hijos que mantener (la menor Eugenia Juana, apenas de dos años y aún vendrían dos más).

A pesar de sus múltiples actuaciones, lo que ganaba sólo alcanzaba para lo más indispensable y si bien no padecía un estado de indigencia total, la pobreza que lo cercaba le mostraba el duro rostro de la realidad. La calidad de vida que en otra época disfrutó, había cesado.

Su última actuación se verificó el sábado 30 de setiembre en el Teatro La Perla, de la calle Domínguez 659, de la localidad de Piñeyro, partido de Avellaneda.

Falleció de endocarditis el día 12 de octubre de 1916, a las 4.25 de la tarde, en su domicilio de Azul 92, del barrio de Flores. Esa misma tarde asumía la presidencia de la nación el doctor Hipólito Irigoyen, candidato del partido radical, ideario político al que el moreno payador le dedicó lo mejor de sus horas. Se cuenta que al enterarse de la muerte de Ezeiza, el Dr. Irigoyen dijo: “¡Pobre negro, el sirvió!”. En esta expresión de pesar quedó resumido todo el esfuerzo de su convicción política, de la que no claudicó un solo instante.

Una placa colocada en Azul 92, en el barrio de Flores, recuerda al negro Gabino Ezeiza. Allí, a los 58 años murió en su humilde casa, pobre como todos los juglares del pueblo.

La leyenda de Gabino se despierta cada 12 de octubre, cuando sus seguidores se reúnen en la tumba del cementerio de Flores, para brindarle homenaje a este personaje tan recordado y querido.

Buenos Aires de mi amor, ¡oh, ciudad donde he nacido! No me arrojes al olvido yo, que he sido tu cantor. De mi guitarra el rumor recogió en sus melodías, el recuerdo de otros días que jamás han de volver, los viejos cantos de ayer que fueron las glorias mías.

Referencias

1) Natale, Oscar – Buenos Aires Negros y Tangos – Buenos Aires (1984).
2) Registro Cívico Nacional. Año 1879.
3) El Indiscreto, Semanario – Montevideo, domingo 27 de julio de 1884.
4) La Patria Argentina, Buenos Aires, martes 21 de octubre de 1884.
5) López Rosas, Rafael – Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, en El Teatro en la Provincia, Pág. 246.
6) Vigo, José M. – Todo es Historia, N 39, julio de 1970.
7) Chervo, Santiago G. – Radiografía de San Nicolás de los Arroyos – San Nicolás (1978).
8)González Arrilli, Bernardo – Buenos Aires 1900 – Página 45
9) Estefanelli, Carlos – Homenaje a Gabino Ezeiza – El Telégrafo, Paysandú, Uruguay, 8 de setiembre de 1978.
10)El Paysandú – Paysandú, Uruguay, 2 de agosto de 1895.
11) La Unión – Lomas de Zamora, Buenos Aires, 19 de junio de 1897.

Fuente
Blomberg, Héctor Pedro – El adiós de Gabino Ezeiza.
Cristoforetti, Marita y Brichetto, Alberto – El payador de Flores.
Di Santo, Victor – Gabino Ezeiza, Precursor del arte payadoril rioplatense – Buenos Aires (2005).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Turone,Gabriel O. – Gabino Ezeiza, El último payador.
Soler Cañas, Luis – Gabino Ezeiza, verdad y leyenda.

• Saludo a Paysandú - Guitarra y canto de Gabino Ezeiza – Buenos Aires (1913).
• El adiós de Gabino Ezeiza por Ignacio Corsini (1891-1967).

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